martes, 27 de mayo de 2014

28-5

Una hora cocinando, para cenar solo con mis fantasmas. Me escapé de todo lo que debía hacer para venir a encerrarme acá. Un par de cervezas me ayudaron a tomar la irresponsable y estúpida decisión. Queda media botella de tinto por delante, y ya me preocupa con que voy a distraerme después. Seguro voy a terminar emborrachándome una noche más. Mañana se va a poner difícil la mañana. Y la noche me da miedo. Me preocupa terminar otra semana tirado en la cama, vomitando sangre. A las berenjenas les faltó cocción. No supe lavar bien la rúcula. No tuve paciencia. El relleno y la salsa me salieron ricos. Por primera vez incorporé champignones a algo. Nunca me gustaron. Pero hoy me los comí. Como sea, supongo que no soy buen cocinero. Pero da igual. Sólo yo disfruto o sufro lo que hago. El vino está bueno. Compre uno decente de oferta. Tres botellas. Queda una. Desde la mesita de luz el licor barato que sobro del otro día me mira fijo. Vamos a dormir, me dice. Desconectate, susurra. Finjo que disfruto el vino. Lo saboreo. Le busco algo interesante. Trato de encontrar un sabor que justifique el ritual. Pero me engaño. Da igual si vale 15 o 40, si la botella tiene un hueco de tres centimetros en el culo o viene envasado en cartón. Solo lo tomo. El resto es juego. Sólo otra distracción.
Busco una película que dure dos horas. Lo suficiente para dormirme antes de que termine. Si es mala mejor. O no. Si es mala me aburro y manoteo más la botella. Pero mi problema no es la botella, soy yo. No mi hígado, mi estómago, ni mi páncreas. Mi cabeza. Ya no se de donde sale esto. Si del bobo o la terraza. Si dejamos la cursilería de lado, todo está en la terraza. Por más que le eche la culpa a la suerte. Por más que te eche la culpa a vos.
Me pongo a escribir. Hace casi un año que no me siento a escribir. O a esto, como sea que merezca llamarse. Decirle a un papel, a un archivo en una computadora. Blog. Facebook. Que mierda es esto? Con quien pretendo estar hablando? Con el mundo entero y con nadie, supongo.... más bien con nadie. Sólo me imagino a alguien leyendo esto, y es quién nunca lo va a leer. Supongo entonces que hablo sólo. Cuando mucho alguien recibirá el mensaje por error. Y al fin, no hay mensaje. Porque el problema es justamente, que no puedo decirte el mensaje. Aún si supiera que decir... aún si importara... aún si estuviera seguro, o tuviera sentido, o lo creyera razonable y tuviera un plan, un plan para convencerte, o llamarte, para expulsarte definitivamente o lastimarte. Aún si supiera que decir para que volvieras o para vengarme de vos, para que vinieras acá a darle de nuevo algún sentido a las cosas, uno malo o uno bueno. Aún si supiera que decir para que te extinguieras de una puta vez en el olvido... igual no podría decírtelo, porque no te importa.

....

Entonces escribo. No dejo de beber, pero escribo. No queres escucharme, y no vas a leerme. Y si lo hicieras no cambiaría nada. El problema está en mi cabeza. Así que hablo solo. Le cuento a todos y a nadie. Cocino para dos, ceno solo, bebo por tres, y escribo. No creo que vaya a salir ninguna genialidad. No espero producir nada de valor. No me importa lo que salga de acá. Solo intento algo diferente, para ver si cambia el resultado. Sólo intento introducir una variante, por ridícula que parezca, para que el vino y el whisky y salir al bar y encerrarme no sea todo lo que hago para alejarte cuando me quedo en silencio. Para borrar tu cara de estas paredes cuando todo empieza a temblar segundos antes de ir a la cama. Basta. Basta por hoy. Basta.

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